domingo, 11 de noviembre de 2012

Contabilidad humana


Así, por su proeza, fueron aniquilados todos los del ejército que entraron en el claustro, hasta el número de trece mil seiscientos veintidós, sin contar niños ni mujeres, como se hace siempre.
François Rabelais, Gargantúa y Pantagruel

Los pormenores son irrecuperables, pero sabemos que debió hasta veintiuna muertes -"sin contar mejicanos".
Jorge Luis Borges, El asesino desinteresado Bill Harrigan


sábado, 27 de octubre de 2012

Entre el cielo y la tierra



El Cielo no hace nada: su no-hacer es su serenidad.
La Tierra no hace nada: su no-hacer es su reposo.
De la unión de estos no-haceres,
proceden todos los actos,
se componen todas las cosas. 
Thomas Merton, El camino de Chuang-Tzu 
 
Hay más cosas entre el cielo y la tierra que las que imagina tu filosofía. 
William Shakespeare, Hamlet

El agua cerrada, el bosque cerrado. El lago mira al cielo, el cielo al lago. Y no se sabe si existe algo más sobre la tierra, pero si algo existiera, no haría falta acá, estaría de más. 
Alexander Solyenitzin, El lago Segden.

sábado, 20 de octubre de 2012

Cosas de la vida



Nadie nace rico; todo el que viene al mundo trae la orden de contentarse con leche y unos pañales. Por ahí se empieza, aunque se acabe por encontrar que todo es poco y por no caber en un imperio. 
Lucio Anneo Séneca, Cartas a Lucilio, 20

La vida empieza en lágrimas y caca, / Luego viene la mu, con mama y coco, / Síguense las viruelas, baba y moco, / Y luego llega el trompo y la matraca. / Con ella embiste el apetito loco, / En subiendo a mancebo, todo es poco, / Y después la intención peca en bellaca. 
Francisco de Quevedo, del soneto Pronuncia con sus nombres los trastos y miserias de la vida 

Aforismos baratos



Si agitas un aforismo, caerá una mentira y quedará una banalidad. 
Arthur Schnitzler, Relaciones y soledades, 368

Lo que sorprende es la forma, no la substancia. Los refranes son arte, si bien arte barato. 
Joseph Conrad, Gaspar Ruiz


domingo, 15 de julio de 2012

Contacto de hombros


–No haga usted cumplidos; sírvase pasar –dijo Chíchikov.
–No, perdone; no puedo permitir que vaya detrás de mí un huésped tan amable y tan altamente culto.
–¿Por qué me dice usted altamente culto? Hágame usted el favor de pasar.
–No, le ruego que entre usted.
–Pero, ¿por qué?
–Pues, porque sí –dijo Manilov, con amable sonrisa.
Por fin, los dos amigos, poniéndose de lado, entraron los dos a un tiempo, apretándose el uno contra el otro. 
Nicolái Gógol, Almas muertas 


De pronto, justo enfrente de mí, a solamente tres pasos de distancia, vi al oficial. Entonces me decidí, cerré los ojos y... nuestros hombros chocaron. No cedí un solo centímetro y pasamos el uno junto al otro como iguales. […] Había logrado mi objetivo, había salvado mi dignidad; al no ceder ante él ni un centímetro, lo había obligado a tratarme en pie de igualdad. 
Fiódor Dostoyevski, Memorias del subsuelo

sábado, 26 de mayo de 2012

Pensar y escribir


Una única idea dulce le quedaba: que ella le había amado, que su mirada se lo había dicho, que no conocía su nombre, pero que conocía su alma, y que tal vez allí donde se hallaba, cualquiera que fuese ese misterioso lugar, ella le amaba aún. ¿Quién sabe si no pensaba en él, como él pensaba en ella? Algunas veces, en las horas inexplicables que tiene todo corazón que ama, sin tener más que razones de dolor, y sintiendo no obstante un oscuro estremecimiento de alegría, se decía: "¡Son sus pensamientos que vienen a mí!". Luego añadía: "Tal vez mis pensamientos le llegan a ella". 
Esta ilusión, que le hacía mover la cabeza un momento después, conseguía no obstante arrojarle al alma rayos que a veces parecían de esperanza. De vez en cuando, sobre todo en esa hora del atardecer que más entristece a los soñadores, dejaba caer sobre un pedazo de papel en el que no había otra cosa, el más puro, el más impersonal, el más ideal de los sueños, de que el amor le llenaba el cerebro. A esto llamaba él "escribirle". 
Víctor Hugo, Los miserables

Cada vez más el deber se presentaba a sus ojos como la obligación de consagrarse a los pensamientos que en determinados días invadían en masa su espíritu. O más bien, no hubiera podido decir que eran pensamientos propiamente, sino un cierto encanto que encontraba en sí mismo y que trataba más bien de conservar que de profundizar. De conservar hasta el momento en que, sentado en un cuarto en que nadie podía molestarle, había que descubrir entonces ese pensamiento que se le había aparecido sólo velado por una vaga imagen, fuera una cálida tarde en un parque con lirios que brotaban en un estanque sombreado, fuera una lluvia fría que caía en la ciudad, fuera la frescura de una plaza umbría y llena de follaje en una ciudad abrazada por el estío. Envueltos, por decirlo así, en esa imagen, llevaba sus pensamientos, como un joven pescador lleva al sol, sin que se estropeen, bajo un lecho fresco de hierbas, de hierbas arrancadas al fondo del estanque en que lo apresó, el pez que acaba de pescar. De ese modo, desconociendo aún sus ideas, las conservaba ocultas bajo la imagen que veía ante sus ojos, esa tarde cálida y con el sol que iluminaba las hojas de las lilas, sólo con la sensación de un poder cada vez mayor de ir más allá, de hacer brotar mil pensamientos. Llamaba a eso estar bien dispuesto y en esos días le gustaba estar solo, tener tiempo disponible, papel y tinta. Los distintos pensamientos que le gustaba entonces transcribir le parecían algo más importante que él mismo, al punto que pensaba en ellos sin cesar, no le parecía ser apto para nada si durante algunos días no aparecían ya en su cerebro y no veía ningún inconveniente serio en morirse, y estaba resignado a ello, cuando los hubiera escrito más o menos del todo. Pero la palabra escribir no alcanza a sugerir el encantamiento de la materia preciosa en que los fundía.
Marcel Proust, Jean Santeuil

viernes, 4 de mayo de 2012

Fantasía e imaginación


Repetidas meditaciones me llevaron primero a sospechar (y un análisis más íntimo de las facultades humanas, sus fines, funciones y efectos adecuados maduraron mi conjetura hasta hacerla convicción plena) que la fantasía y la imaginación son dos facultades distintas y muy diferentes, y no, como es creencia general, ya dos nombres con un solo y mismo significado, o ya, en el extremo, el grado más bajo y más elevado de una misma facultad. [...] Milton tenía una inteligencia altamente imaginativa, Cowley la tenía muy fantástica. Así pues, si yo pudiera establecer las entidades verdaderas de dos facultades generalmente diferentes, de inmediato podría determinarse la nomenclatura. Confinaríamos el término imaginación para la facultad por la cual he caracterizado a Milton; en tanto que distinguiríamos como opuesta la otra, bajo el nombre de fantasía.
Samuel Taylor Coleridge, del ensayo Fantasía e imaginación

Creo que la imaginación no es sino un instrumento de elaboración de la realidad. Pero la fuente de creación al fin y al cabo es siempre la realidad. Y la fantasía, o sea la invención pura y simple, a lo Walt Disney, sin ningún asidero en la realidad, es lo más detestable que pueda haber. [...] La diferencia que hay entre una y la otra es la misma que hay entre un ser humano y el muñeco de un ventrílocuo.
Gabriel García Márquez, El olor de la guayaba

lunes, 23 de abril de 2012

El buen salvaje


No sería posible para el linaje humano un estado más glorioso que aquél, y, aunque Dios concediese a alguien el don de reformar las cosas humanas y establecer las costumbres de las naciones, no escogería ningún otro estado que el que se recuerda haber sido el de aquellos hombres entre los cuales,
"...por ningún cultivador eran poseídas las tierras y no era permitido limitar, ni poner a los predios mojones; los hombres recolectaban por doquier y la tierra lo daba todo liberalmente sin que le fuese pedido" (Posidonio).
¿Quién más feliz que aquella generación humana? Aquellos hombres gozaban en común de la Naturaleza, la cual bastaba como madre y defensora de todos: así era segura la posesión de las riquezas públicas. ¿Cómo no considerar yo más rica la Humanidad de aquellos tiempos en que era imposible encontrar un pobre? En tan afortunada situación vino a irrumpir la avaricia, la cual, al querer separar una parte para hacérsela suya, puso todas las cosas en poder de otro, y se pasó de la opulencia a la estrechez. La avaricia instauró la pobreza; ambicionándolo todo, lo perdió todo.
Lucio Anneo Séneca, Cartas a Lucilio, 90

El primer hombre a quien, cercando un terreno, se le ocurrió decir: Esto es mío y halló gentes bastante simples para creerle fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuántos crímenes, guerras, asesinatos; cuántas miserias y horrores habría evitado al género humano aquel que hubiese gritado a sus semejantes, arrancando las estacas de la cerca o cubriendo el foso: "Guardaos de escuchar a este impostor, estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y la tierra de nadie"!
Jean Jacques Rousseau, Discurso sobre el origen  de la desigualdad entre los hombres

domingo, 22 de abril de 2012

Fugacidad del tiempo


Cuán fugaces, ¡ay!, Póstumo, Póstumo, se deslizan los años, sin que nuestra piedad alcance a detener las arrugas de la presurosa vejez ni el rigor implacable de la muerte.
Quinto Horacio Flaco, Odas

El recuerdo de cierta imagen no es más que la añoranza de cierto instante; y las casas, los caminos, los paseos son tan fugitivos, ¡ay!, como los años.
Marcel Proust, Por el camino de Swann

El pasado no sólo no es fugaz, es que no se mueve de sitio.
Marcel Proust, El mundo de Guermantes

Van pasando, pasan, pasan, deslizándose los años, por utilizar una desgarradora inflexión horaciana. Pasan los años, cariño, y con el tiempo nadie sabrá lo que tú y yo sabemos.
Vladimir Nabokov, Habla, memoria

sábado, 21 de enero de 2012

Abejas ilustradas



Lo que de la lectura se ha recogido, se utiliza en la composición. Pero debemos imitar en esto a las abejas, que solamente toman de las flores a propósito para formar la miel. No se sabe si el jugo que extraen las abejas de las flores se hace miel por sí mismo, o si adquiere su dulzura por la intervención de las abejas. Algunos pretenden que ellas no poseen la facultad de hacer la miel, sino la de buscarla y recogerla. Otros dicen que se necesita cierta preparación para sazonarla, transformarla y darle el sabor meloso. Pero a fin de no apartarme de nuestro tema, repito que a las abejas debemos imitar separando lo que hemos recogido en las distintas lecturas: separándolas, se conservan mejor las provisiones. Es preciso que nos apliquemos a darles el mismo gusto a los diversos jugos para que se reconozca en lo que producimos que no todo es ajeno.

Lucio Anneo Séneca, Cartas a Lucilio, 84


Es preciso que se impregne del espíritu de los filósofos, no basta con que aprenda los preceptos de los mismos. Que olvide audazmente, si quiere, cuál fue la fuente de su enseñanza, pero a condición de sabérsela apropiar. La verdad y la razón son patrimonio de todos, y no del que habló antes que del que habla después. Tanto vale decir según el parecer de Platón que según el mío, pues él y yo lo entendemos y vemos lo mismo. Las abejas extraen el jugo de diversas flores y luego elaboran la miel, que es toda suya, y no tomillo ni mejorana: así las nociones tomadas a otro, las transformará y modificará para hacer una obra que sea toda suya, por su saber y discernimiento.

Michel de Montaigne, Ensayos, I, 26


viernes, 20 de enero de 2012

Sucesión de opiniones cristianas



Espíritus sencillos, menos curiosos y menos instruidos, se convierten en buenos cristianos, por respeto y obediencia creen con simpleza y se mantienen sumisos a las leyes. En el mediano vigor de los espíritus y en la capacidad mediana, se engendra el error de las opiniones: éstos se dejan llevar por la apariencia del primer significado, y se creen con títulos para considerarnos como simples y brutos por el hecho de mantenernos en las antiguas creencias y porque no hemos sido instruidos por el estudio. Los espíritus grandes, más clarividentes y tranquilos, forman otra clase entre los buenos creyentes; ayudados por una dilatada y religiosa investigación, sienten de un modo más profundo y abstruso la luz de las Escrituras y sienten el divino y misterioso secreto de nuestro régimen eclesiástico.

Michel de Montaigne, Ensayos, I, 54


El pueblo honra a las personas de gran nacimiento. Los hábiles a medias las desprecian, porque dicen que el nacimiento no es ventaja de la persona, sino del azar. Los hábiles las honran, pero no por lo que piensa el pueblo, sino con un pensamiento más elevado. Los devotos, que tienen más celo que ciencia, las desprecian, a pesar de esta consideración que les hace honrar por los más hábiles, porque juzgan por una nueva luz que da la piedad. Pero los cristianos perfectos las honran, por una luz superior. Así van las opiniones, sucediéndose en pro y en contra según la luz que se posee.

Blaise Pascal, Pensamientos


martes, 17 de enero de 2012

Destino auditivo



Yo creo que no sin causa la naturaleza ha creado las orejas abiertas, sin puerta ni cerradura alguna, a diferencia de los ojos, la lengua y demás órganos del cuerpo; lo ha hecho así sin duda para que durante todos los días y todas las noches podamos continuamente oír y aprender, para lo cual es el sentido más apto y organizado.

François Rabelais, Gargantúa y Pantagruel, libro tercero


Si el ser humano estuviera destinado a pensar, no tendría oídos.

Arthur Schopenhauer, Parábolas, aforismos y comparaciones, 290