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miércoles, 23 de julio de 2014

Recurso patriótico


El patriotismo es el último refugio de los canallas.
Samuel Johnson

Cualquier tarugo miserable que no tiene nada en el mundo de lo que pueda sentirse orgulloso, se aferra al último recurso: vanagloriarse de la nación a la que casualmente pertenece; aquí se siente a sus anchas, y se muestra tan agradecido que está dispuesto a defender con manos y pies todos los errores y necedades de su nación, que también son los suyos. 
Arthur Schopenhauer, Aforismos sobre el arte de saber vivir


martes, 27 de agosto de 2013

Virtudes no innatas


JOHNSON.- "La piedad no es un sentimiento natural en el hombre. Los niños son siempre crueles. Los salvajes son siempre crueles. La piedad se adquiere y acrece mediante el cultivo de la razón." 
James Boswell, Vida del doctor Johnson

No creo que nadie sea modesto de nacimiento, a menos que se quiera llamar modestia a una cierta timidez completamente física y que se halla más cerca del orgullo de lo que a primera vista parece. La verdadera modestia no puede ser otra cosa sino una reflexión sobre la vanidad. Nace del espectáculo de la ilusiones ajenas y del temor al propio extravío. Viene a ser como una circunspección científica de lo que acerca de unos pensarán los otros. Es, en resumen, una virtud adquirida. 
Henri Bergson, La risa

martes, 15 de junio de 2010

Culta infelicidad



Cuando el príncipe atravesó los campos y vio los animales que lo rodeaban, dijo:
-Ustedes son felices, y no necesitan envidiarme a mí, que camino entre ustedes, cargado conmigo mismo; tampoco yo, dulces criaturas, envidio vuestra felicidad, porque no es la felicidad del hombre. Sufro muchas angustias que no los aquejan a ustedes; temo al dolor cuando no lo siento; a veces me retraigo ante maldades recordadas, y a veces respingo ante maldades anticipadas: seguramente la justicia de la providencia ha equilibrado los sufrimientos especiales con goces especiales.
El príncipe se entretenía con observaciones semejantes mientras regresaba, expresándolas con voz quejosa, aunque con una expresión que dejaba ver cierta complacencia en su propia perspicacia, y en recibir cierto consuelo de las desdichas de la vida, gracias a la conciencia con que sentía, y la elocuencia con que se quejaba de ellas.

Samuel Johnson, Rasselas


Es corriente en nuestro tiempo, como lo ha sido en muchos otros períodos de la historia del mundo, el suponer que las personas más cultivadas han llegado a la conclusión de que nada tiene importancia en esta vida. Quienes tal creen son positivamente desgraciados, pero están orgullosos de su desgracia, que atribuyen a la naturaleza del universo, y consideran que su actitud es la única razonable para un hombre culto. El orgullo de su infortunio hace que la gente menos complicada sospeche de su sinceridad y que crean que quienes se gozan de su desgracia no son desgraciados. Esta impresión es demasiado ingenua; no cabe duda de que existe una ligera compensación en el sentimiento de superioridad y penetración de estos sufridores, pero no es suficiente para compensar la pérdida de placeres más sencillos.

Bertrand Russell, La conquista de la felicidad


domingo, 11 de abril de 2010

El pensamiento y la acción



Muchas cosas se juzgan imposibles de hacer antes de haberse realizado.

Plinio el Joven


Muchas cosas difíciles de planear demuestran ser fáciles de ejecutar.

Samuel Johnson, Rasselas


lunes, 17 de agosto de 2009

Necesidad perpetua



Nuestros deseos siempre aumentan con nuestras posesiones. El conocimiento de que todavía hay algo que nos puede satisfacer disminuye el gozo de las cosas que ya tenemos.

Samuel Johnson


La posesión de un poco más de la mujer que amamos sólo nos haría más necesario lo que no poseemos de ella, y ella seguiría siendo, a pesar de todo, una cosa irreductible, pues nuestras necesidades nacen de nuestras satisfacciones.

Marcel Proust, A la sombra de las muchachas en flor


viernes, 6 de febrero de 2009

Convalecencia y meditación



Triste, triste, flaco, por una larga enfermedad:
Monótonos, monótonos, pasan los días y las noches.
Los árboles del verano se han vestido de sombra;
El lan de otoño ya hospeda al rocío.
Los huevos que protegía el nido cuando caí en cama
Se han convertido en pajaritos que han volado.
El gusano que entonces se escondía en su agujero
Se ha transformado en un grillo sentado en el árbol.
Las cuatro estaciones siguen por siempre su curso:
¡Nada en toda la Naturaleza se detiene para descansar
Ni siquiera un momento. Sólo el corazón del hombre enfermo
Se duele profundamente como antaño!

Enfermedad, Po Chu-I


Mirón ocioso de la luz del cielo, he visto al sol levantarse y ponerse durante veinte meses. En este tiempo los pájaros han abandonado el nido de su madre y se han dado a los bosques y a los cielos; el cabrito ha dejado la ubre y ha aprendido poco a poco a trepar por las peñas en busca de su propio sustento. Sólo yo no he progresado, y sigo impotente e ignorante. Con más de veinte mutaciones la luna me advertía del fluir de la vida y el arroyo que corría a mis pies censuraba mi inactividad. Yo seguía sentado, regalándome con manjares del intelecto, tan indiferente a los ejemplos de la tierra como a las instrucciones de los planetas. Veinte meses idos: ¡quién los recuperará!

Samuel Johnson, Rasselas


miércoles, 9 de julio de 2008

Evolución de un párrafo a través de tres siglos



Como corresponde a la poesía describir la Naturaleza y la Pasión, que son siempre iguales, los primeros escritores se adueñaban de los objetos de descripción más impactantes, y los hechos más probables en la ficción, y no dejaban nada a los que los seguían, sino la transcripción de los mismos acontecimientos, y combinaciones nuevas de las mismas imágenes. Sea cual fuese el motivo, por lo común se observa que los escritores primitivos son dueños de la naturaleza, y sus seguidores del artificio; que los primeros sobresalen en el vigor y la invención, y los posteriores en elegancia y refinamiento.

Samuel Johnson, Rasselas


Los grandes artistas del pasado quisieron lograr la belleza. Después, los imitadores lograron una belleza más deliberada y amanerada que auténtica y se desacreditaron. Los artistas llamados modernos descubrieron que en la fealdad sin normas estaban a cubierto de críticas. El propósito perseguido no era tan evidente como en quienes buscaban la belleza, y los censores no sabían señalar deficiencias (señalarlas parecía una ingenuidad). El futuro gran artista competirá con los clásicos, en el sentido de que logrará una belleza que sin ser la de ellos no sea menos manifiesta.

Adolfo Bioy Casares, Descanso de caminantes