lunes, 11 de noviembre de 2013

Saludar primero


Aunque se te saluda muchas veces, nunca saludas tú el primero: ¿así vas a seguir? Adiós, Pontiliano, para siempre.

Marco Valerio Marcial, Epigramas, V 66


No me gusta el hombre al que no puedo abordar yo el primero ni saludarle antes de que él me salude sin envilecerme a sus ojos y sin menoscabar la buena opinión que tiene de sí mismo. Montaigne diría: Quiero tener el campo libre, y ser cortés y afable a mi gusto sin remordimientos ni consecuencias. No puedo de ninguna manera actuar contra mi inclinación, ni ir a contrapelo de mi natural, que me lleva hacia aquel que viene a mi encuentro. Cuando es un semejante, y no es enemigo, me adelanto a su saludo, le pregunto acerca de su ánimo y de su salud, le ofrezco mis servicios sin regatear el más o el menos, ni estar, como dicen algunos, ojo avizor. Me desagrada aquel que por el conocimiento que tengo de sus costumbres y maneras de actuar, me saca de esta libertad y de esta franqueza. ¿Cómo acordarme a tiempo, y por mucho que vea a ese hombre, de adoptar una continencia grave e importante, y que le advierta que yo creo valer como él y más? Para esto tendría que hacer un recuento de mis buenas cualidades y condiciones, y de las suyas malas, después hacer la comparación. Es demasiado trabajo para mí, y no soy en absoluto capaz de una atención tan tensa y repentina; y aún cuando lo hubiera logrado una primera vez, no dejaría de flaquear y desmentirme en una segunda ocasión: no puedo forzarme ni constreñirme para nadie a ser orgulloso.

Jean de La Bruyère, Los caracteres