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lunes, 21 de septiembre de 2015

Oficio genérico



Los hombres son por naturaleza indiferentes entre sí; en cambio, las mujeres son enemigas por naturaleza. Esto debe depender de que el odium figulinum, la rivalidad, que está restringida entre los hombres a los de cada oficio, abarca en las mujeres a toda la especie, porque todas ellas no tienen más que un mismo negocio. Basta que se encuentren en la calle para que se crucen miradas de güelfos y gibelinos.
Arthur Schopenhauer, El amor, las mujeres y la muerte

Entre la mayor parte de mujeres respetables, la envidia desempeña un papel muy importante. Si viajamos en el Metro, y una mujer bien vestida entra en el coche, observemos la mirada de las demás mujeres. Veremos que todas, con la probable excepción de las que van mejor vestidas, la miran con malevolencia y procuran sospechar cosas malignas. [...] Sin embargo, entre los hombres puede observarse lo mismo exactamente, con la excepción de que las mujeres miran a todas las demás mujeres como sus competidoras, mientras los hombres, por regla general, hacen esto solamente con los de la misma profesión.
Bertrand Russel, La conquista de la felicidad


domingo, 20 de septiembre de 2015

Comparaciones


¿Es posible que vuestra merced no sabe que las comparaciones que se hacen de ingenio a ingenio, de valor a valor, de hermosura a hermosura y de linaje a linaje son siempre odiosas y mal recibidas?
Miguel de Cervantes, El Quijote, parte II, cap. 1, pg. 322

Lector, ¿has cometido alguna vez la imprudencia de alabar a un artista en presencia de otro artista, o de hablar bien de un político a otro político del mismo partido, o de hacer el elogio de un egiptólogo ante otro egiptólogo? 
Bertrand Russell, La conquista de la felicidad


martes, 15 de junio de 2010

Culta infelicidad



Cuando el príncipe atravesó los campos y vio los animales que lo rodeaban, dijo:
-Ustedes son felices, y no necesitan envidiarme a mí, que camino entre ustedes, cargado conmigo mismo; tampoco yo, dulces criaturas, envidio vuestra felicidad, porque no es la felicidad del hombre. Sufro muchas angustias que no los aquejan a ustedes; temo al dolor cuando no lo siento; a veces me retraigo ante maldades recordadas, y a veces respingo ante maldades anticipadas: seguramente la justicia de la providencia ha equilibrado los sufrimientos especiales con goces especiales.
El príncipe se entretenía con observaciones semejantes mientras regresaba, expresándolas con voz quejosa, aunque con una expresión que dejaba ver cierta complacencia en su propia perspicacia, y en recibir cierto consuelo de las desdichas de la vida, gracias a la conciencia con que sentía, y la elocuencia con que se quejaba de ellas.

Samuel Johnson, Rasselas


Es corriente en nuestro tiempo, como lo ha sido en muchos otros períodos de la historia del mundo, el suponer que las personas más cultivadas han llegado a la conclusión de que nada tiene importancia en esta vida. Quienes tal creen son positivamente desgraciados, pero están orgullosos de su desgracia, que atribuyen a la naturaleza del universo, y consideran que su actitud es la única razonable para un hombre culto. El orgullo de su infortunio hace que la gente menos complicada sospeche de su sinceridad y que crean que quienes se gozan de su desgracia no son desgraciados. Esta impresión es demasiado ingenua; no cabe duda de que existe una ligera compensación en el sentimiento de superioridad y penetración de estos sufridores, pero no es suficiente para compensar la pérdida de placeres más sencillos.

Bertrand Russell, La conquista de la felicidad


viernes, 28 de mayo de 2010

Edades, soledades



Considera lo que tú mismo posees en la más pequeña biblioteca selecta. Una colección de los hombres más sabios e inteligentes que se pudieron seleccionar de todos los países civilizados en mil años y que han puesto en el mejor orden los resultados de sus conocimientos y de su sabiduría. Los hombres personalmente estuvieron ocultos e inaccesibles, solitarios, acosados por la etiqueta; pero el pensamiento que ni siquiera manifestaron a su mejor amigo del corazón está escrito aquí en palabras transparentes para nosotros, que somos los forasteros de otra edad.

Ralph Waldo Emerson, Libros


Los grandes hombres no son nunca solitarios; de la noche les llegan las voces de los que se han ido antes, claras y animosas; y así, a través de los tiempos, avanza una poderosa procesión, orgullosa, intrépida, inconquistable.

Bertrand Russell, Sobre la historia


lunes, 12 de octubre de 2009

Afán de conocimiento



Cuando no se sabe la verdad de una cosa, es bueno que haya un error común que fije el espíritu de los hombres, como, por ejemplo, la luna, a la que se atribuye el cambio de estaciones, el progreso de las enfermedades, etc.; porque la principal enfermedad del hombre es la inquieta curiosidad acerca de las cosas que no alcanza a saber, y no le es tan molesto estar en el error como en esta inútil curiosidad.

Blaise Pascal, Pensamientos


Reducir una cosa desconocida a una cosa conocida proporciona alivio, tranquiliza, satisface, y además da un sentimiento de poderío. Lo que es desconocido produce peligro, inquietud preocupación; el primer instinto se dirige a eliminar estos estados de ánimo penosos. Primer principio: una explicación cualquiera es mejor que ninguna explicación. Como en realidad se trata únicamente de una voluntad de desembarazarse de ideas deprimentes, no se es muy exigente sobre los medios para ello: la primera idea con la que lo desconocido se explica como conocido produce tanto bienestar que se la tiene por verdadera. Prueba del placer (y de la fuerza) considerada como criterio de verdad.

Friederich Nietzsche, El ocaso de los ídolos


Lo que los hombres realmente quieren no es el conocimiento sino la certidumbre.

Bertrand Russell


jueves, 2 de octubre de 2008

Pobres felices



¿Queréis saber cuán lejos está la pobreza de ser una desventaja? Comparad los semblantes de los pobres con los de los ricos. El pobre ríe más a menudo y más francamente; si tiene algún cuidado, pasa como una nube. Pero aquellos que son considerados los seres más felices tienen por risa un mueca: su alegría es simulada, porque la tristeza los devora; y es su mal tanto más grave, porque no deben manifestar su pena; han de mostrarse contentos entre las preocupaciones que arrugan sus frentes y las pesadumbres que oprimen sus corazones

Lucio Anneo Séneca, Cartas a Lucilio, 80


El trabajo del cuerpo libera de las preocupaciones del espíritu, y eso es lo que hace felices a los pobres.

François de La Rochefoucauld, Máximas


No cabe duda de que nada contribuye menos a la jovialidad que la riqueza, ni nada más que la salud. En las clases bajas y trabajadoras, especialmente en las que cultivan la tierra, están como en su casa los rostros joviales y contentos; en las clases ricas y aristocráticas, los malhumorados.

Arthur Schopenhauer, Parerga y paralipómena


La fatiga más temible en nuestra época es la fatiga nerviosa. Por extraño que parezca, está muy extendida entre los ricos y tiende a ser mucho menor entre los asalariados que entre los hombres de negocios y los trabajadores intelectuales.

Bertrand Russell, La conquista de la felicidad