lunes, 17 de agosto de 2009

Dos memorias



Como lo que yo habría recordado de Combray sería cosas traídas por la memoria voluntaria, la memoria de la inteligencia, y los datos que ella da respecto al pasado no conservan nada de él, nunca tuve ganas de pensar en todo lo demás de Combray. […]
Y de pronto, el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o tila, los domingos por la mañana en Combray.

Marcel Proust, Por el camino de Swann


Hay dos clases de memoria visual: con una, recreamos diestramente una imagen en el laboratorio de la mente con los ojos abiertos (y así veo a Annabel, en términos generales como "piel color de miel", "brazos delgados", "pelo castaño y corto", "pestañas largas", "boca grande, brillante"); con la otra, evocamos instantáneamente con los ojos cerrados, en la oscura intimidad de los párpados, el objetivo, réplica absolutamente óptica de un rostro amado, un diminuto espectro de colores naturales (y así veo a Lolita).

Vladimir Nabokov, Lolita


Necesidad perpetua



Nuestros deseos siempre aumentan con nuestras posesiones. El conocimiento de que todavía hay algo que nos puede satisfacer disminuye el gozo de las cosas que ya tenemos.

Samuel Johnson


La posesión de un poco más de la mujer que amamos sólo nos haría más necesario lo que no poseemos de ella, y ella seguiría siendo, a pesar de todo, una cosa irreductible, pues nuestras necesidades nacen de nuestras satisfacciones.

Marcel Proust, A la sombra de las muchachas en flor


domingo, 9 de agosto de 2009

Elocuencia no locuaz



Se cuenta de Foción que en cierta ocasión, estando ya lleno el teatro, se paseaba por la escena estando todo embebido dentro de sí mismo, y diciéndole uno de sus amigos: “Parece, oh Foción, que estás meditando”, le respondió: “Sí, medito qué es lo que podré quitar del discurso que voy a pronunciar a los Atenienses”.

Mestrio Plutarco, Vidas paralelas, Foción


Decir mucho en pocas palabras no significa escribir primero un ensayo y abreviar luego las frases, sino más bien meditar primero sobre el tema y, de lo meditado, decir luego lo mejor de forma que el lector juicioso advierta lo que uno ha desechado. En realidad, significa dar a entender, con el menor número de palabras, que uno ha pensado mucho. 
Georg Lichtenberg, Aforismos, G-215