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viernes, 4 de mayo de 2012

Fantasía e imaginación


Repetidas meditaciones me llevaron primero a sospechar (y un análisis más íntimo de las facultades humanas, sus fines, funciones y efectos adecuados maduraron mi conjetura hasta hacerla convicción plena) que la fantasía y la imaginación son dos facultades distintas y muy diferentes, y no, como es creencia general, ya dos nombres con un solo y mismo significado, o ya, en el extremo, el grado más bajo y más elevado de una misma facultad. [...] Milton tenía una inteligencia altamente imaginativa, Cowley la tenía muy fantástica. Así pues, si yo pudiera establecer las entidades verdaderas de dos facultades generalmente diferentes, de inmediato podría determinarse la nomenclatura. Confinaríamos el término imaginación para la facultad por la cual he caracterizado a Milton; en tanto que distinguiríamos como opuesta la otra, bajo el nombre de fantasía.
Samuel Taylor Coleridge, del ensayo Fantasía e imaginación

Creo que la imaginación no es sino un instrumento de elaboración de la realidad. Pero la fuente de creación al fin y al cabo es siempre la realidad. Y la fantasía, o sea la invención pura y simple, a lo Walt Disney, sin ningún asidero en la realidad, es lo más detestable que pueda haber. [...] La diferencia que hay entre una y la otra es la misma que hay entre un ser humano y el muñeco de un ventrílocuo.
Gabriel García Márquez, El olor de la guayaba

lunes, 18 de mayo de 2009

Entrañas quijotescas



No es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna, aunque se le salgan las tripas por ella.

Miguel de Cervantes, El Quijote, I


Y el Indio es como tortuga
De duro para espichar-
Si lo llega a destripar
Ni siquiera se le encoge,
Luego sus tripas recoge,
Y se agacha a disparar.

José Hernández, El gaucho Martín Fierro


Empezaban a desayunar cuando vieron entrar a Santiago Nasar empapado de sangre llevando en las manos el racimo de sus entrañas. [...] "Hasta tuvo el cuidado de sacudir con la mano la tierra que le quedó en las tripas", me dijo mi tía Wene.

Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada

sábado, 4 de abril de 2009

Mañanas, muertes y símbolos



La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita.

Jorge Luis Borges, El Aleph


El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertarse se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros.

Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada