lunes, 2 de junio de 2014

Transmisión de fe


Si, como imagino, lees de cuando en cuando la cuarta página de los periódicos, habrás visto ya anuncios de folletos en los que el autor, por un precio generalmente mínimo, brinda al ingenuo lector un método seguro para ganar una fortuna considerable a la ruleta. Cada vez que leo un anuncio semejante no puedo menos de preguntarme por qué no se aprovecha el propio autor de los consejos que reparte tan generosamente a un precio tan módico. Tu historia con Steel es la que me hace pensar en esa clase de filantropía. Tu historia podría, a lo sumo, parecer verosímil si las personas que te han iniciado en el misterio de marras nadasen en la opulencia y te confirmasen que debían su fortuna a la filantropiá del famoso americano, pero como comienzas diciéndome que las personas en cuestión no son ricas, deduzco necesariamente o que las predicciones del famoso profeta no se han realizado siempre o que no tienen bastante fe en él como para operar con una cantidad importante, ¿y cómo pueden entonces inculcarte una fe que no poseen ellos mismos? 
Lionel Hauser, Carta a Marcel Proust  

Si tuviera verdaderamente un alma de artista, qué placer no experimentara frente a esa hilera de árboles iluminada por el sol poniente, delante de esas florecillas del talud que se alzaban casi hasta el estribo del vagón, cuyos pétalos podía contar y cuyo color me cuidaré muy bien de describir, como lo harían tantos buenos letrados, porque, ¿puede esperarse transmitir al lector un placer que no se ha experimentado?
Marcel Proust, El tiempo recobrado