Y por fin, tras una imperceptible y elíptica caída, el sol descendió, y de un blanco ardiente pasó a un rojo desvanecido, sin rayos y sin luz, dispuesto a desaparecer súbitamente, herido de muerte por el contacto con aquellas tinieblas que cubrían a una multitud de hombres.Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas
Ya el blanco sol intolerable de las doce del día era el sol amarillo que precede al anochecer y no tardaría en ser rojo.Jorge Luis Borges, El Sur
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