viernes, 6 de febrero de 2009

Convalecencia y meditación



Triste, triste, flaco, por una larga enfermedad:
Monótonos, monótonos, pasan los días y las noches.
Los árboles del verano se han vestido de sombra;
El lan de otoño ya hospeda al rocío.
Los huevos que protegía el nido cuando caí en cama
Se han convertido en pajaritos que han volado.
El gusano que entonces se escondía en su agujero
Se ha transformado en un grillo sentado en el árbol.
Las cuatro estaciones siguen por siempre su curso:
¡Nada en toda la Naturaleza se detiene para descansar
Ni siquiera un momento. Sólo el corazón del hombre enfermo
Se duele profundamente como antaño!

Enfermedad, Po Chu-I


Mirón ocioso de la luz del cielo, he visto al sol levantarse y ponerse durante veinte meses. En este tiempo los pájaros han abandonado el nido de su madre y se han dado a los bosques y a los cielos; el cabrito ha dejado la ubre y ha aprendido poco a poco a trepar por las peñas en busca de su propio sustento. Sólo yo no he progresado, y sigo impotente e ignorante. Con más de veinte mutaciones la luna me advertía del fluir de la vida y el arroyo que corría a mis pies censuraba mi inactividad. Yo seguía sentado, regalándome con manjares del intelecto, tan indiferente a los ejemplos de la tierra como a las instrucciones de los planetas. Veinte meses idos: ¡quién los recuperará!

Samuel Johnson, Rasselas


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