-Brava comparación -dijo Sancho-, aunque no tan nueva, que yo no la haya oído muchas y diversas veces, como aquella del juego de ajedrez, que mientras dura el juego, cada pieza tiene su particular oficio; y en acabándose el juego, todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura.
Miguel de Cervantes, El Quijote II
Nosotros, piezas mudas del juego que Él despliega
Sobre el tablero abierto de noches y de días,
Aquí y allá las mueve, las une, las despega,
Y una a una en la Caja, al final, las relega.
Omar Khayyam, Rubaiyat (E. Fitzgerald, 74)
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?
Jorge Luis Borges, Ajedrez
sábado, 24 de enero de 2009
El ajedrez y la vida
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